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miércoles, 23 de julio de 2014

¿Somos idiotas?.O ¿somos cobardes?..

  

Cuando fuimos pequeños; nos enseñaron, que el bien común es prioritario sobre el bienestar individual.

 Los principios de la religión católica, que alberga la mayoría de creyentes; en nuestro país, nos inculca amar al prójimo más que a uno mismo.

Incluso el mayor ejemplo; de esta forma de pensar, es el sacrificio del hijo de Dios, que entregó su vida, a cambio de redimir los pecados de la humanidad.

Desde pequeños nos hicieron estudiar; de memoria a los héroes de la patria.

Nos inculcaron a "rajatabla" los principios cívicos; y nos hicieron rememorar, las gestas heroicas de nuestra historia.

Nos hicieron creer, las historias donde nuestro pueblo; y sus héroes se sublevaron contra los tiranos que quisieron someternos.

Así, mediante pomposos desfiles; y actos solemnes, en cada escuela se nos iba inculcando, el espíritu indómito, patriótico; y libérrimo de los héroes que nos antecedieron...

Todo eso nos fueron forjando, una personalidad ficticia.

Al final de este proceso de aprendizaje inducido, acabamos convencidos de ser un pueblo indómito, que no agachamos la cabeza ante nadie; y peor que caemos subyugados de rodillas.

Hemos votado presidentes, que por ladrones o incapaces, nos han pretendido gobernar mediante el abuso del poder que les conferimos. Hemos luchado dejando nuestra sangre en las calles, cuando nos rebelamos contra las dictaduras; que han querido someternos. Hemos sido un pueblo libre, patriótico; y rebelde contra la tiranía de cualquier clase que se nos haya tratado de imponer.

Las enseñanzas; y las situaciones que vivimos en nuestra crianza, nos forjaron una personalidad única..

Nos otorgaron una identidad bravía, formada a base de pundonor, rebeldía; y sobre todo una ilimitada capacidad de reacción, frente a lo que amenaza nuestra libertad.

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Sin embargo; hoy nuestra triste realidad es bien diferente, nos hemos despersonalizado.

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Vivimos una indolencia cómplice con el tirano de turno.

Hemos perdido la identidad; y la solidaridad del bien común.

Lo único que nos importa es, lo que nos pase a cada uno, sin importar un comino lo que les pase a los demás.

Antes, éramos capaces de dar nuestra vida; por defender una injusticia cometida contra cualquier ciudadano.

Hoy, con nuestro cobarde silencio de no protestar, dejamos que cada día se lesione a alguien nuevo; y dejamos que esto ocurra mientras lo mismo no nos ocurra.

Ahora por el miedo a que nos enjuicien, o nos metan presos, dejamos que se perpetúen las más grandes injusticias, contra cualquiera.

Nos quedamos apáticos, indolentes y sin protestar.

Nos quedamos en silencio; y sin reclamar a pesar que diariamente vemos con pruebas irrefutables, como arremeten contra cualquiera; y la desvergonzada manera cómo nos roban.

¿Nos hemos convertido en un pueblo egoísta; y cobarde?.

Egoístas, por que nos aferramos a la falsa convicción, de que mientras no nos toque a nosotros, es mejor no protestar por lo que le pasa a los demás.

Es, como si cada día, creyéramos en la mentira que inventamos para convencernos; que lo único que debemos proteger es lo nuestro, mientras que no nos debe importar la injusticia, que se está cometiendo con los demás.

Vivimos en un país, donde las ilegalidades se hacen legales.

Se  hace, mediante la instalación de procesos judiciales; que violan todas las normas constitucionales.

Con esto se hace legal lo ilegal; y se le da un rostro democrático a un autoritarismo, basado en el respaldo de la mayoría popular.

En realidad este falso respaldo popular, se basa en la permisividad que la mayoría popular permite, por la cobardía; y el miedo expresado a través de su silencio.

Nos han convertido en un atado de borregos.

Sumisamente marchamos por donde nos quieran llevar.

Nuestro pueblo se siente agradecido, por las dádivas que le tiran; y le permiten comer sin trabajar.

Nos inclinamos sumisos con la cabeza agachada, frente a la tiranía; y la pillería que nos imponen.

Con nuestro silencio cómplice lo permitimos.

El pueblo no reacciona por miedo, o por no perder la limosna vergonzosa de un bono solidario, que ofende porque lo pone de rodillas.

Somos pordioseros, a los que han convencido que tenemos la suerte de recibir este beneficio. Por el privilegio de recibir esta dádiva, defenderemos a quién nos la regala.

Lo que no comprendemos es; que este gesto de desprendimiento, es una insignificancia si lo comparamos con la cantidad de dinero que nos roban, delante de nuestras narices.

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"Este pueblo: Pineda de Mar (Barcelona): ha cambiado".

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Ahora es feliz al extender su mano y recibir algunas monedas.

Gozará cada ves que le den circo, a través de quitarle sus bienes, a cada rico de turno que se pueda.

Este show de la incautación, de las propiedades a quienes más tienen, solo fomenta el odio; y el morbo libidinoso de los que menos tienen.

Se fomenta la lujuria de la gente.

Se les hace creer que es la primera vez, en la historia que a nombre del pueblo; se les quita las propiedades a los perversos ricos.

La realidad, es que esas mismas  propiedades incautadas; pasan a ser  de uso ;y disfrute, de los parientes de quien nos desgobierna.

Somos un pueblo cobarde, porque es tan grande el miedo de que nos metan preso, o nos quiten lo que tenemos, que callamos.Y por eso

no reaccionamos, ni decimos nada.

Con esta apatía silenciosa, somos cómplices de la tiranía, porque permitimos que la ilegalidad se legalice; y lo que nos roban nadie lo juzga, ni lo reclama.

Mientras el pueblo reciba pan y circo, no reaccionará con la rebeldía que ha perdido.

La indiferencia popular ante los hechos, se ha volcado en la ilusión que el pueblo tiene hoy por Catalunya.

Si; parece increíble lo que digo, pero la gente ha vuelto a gritar en los estadios; y ha abandonado su aguerrida protesta por las calles.

A nadie le interesa que nos roben; peor que se cometan las injusticias que vemos.

Yo, (personalmente), creo que no importa lo que pase mientras no nos toque, a pesar de que para nuestros adentros, odiemos al que abusa del poder para eternizarse en el poder. P.C.A. El alimento del tirano, es el silencio del cobarde…